Charlando con René Burri
“No hay que correr detrás de la foto, llega”
Nacido en Zurich, 1933. Fotógrafo suizo. En 1955 empezó a colaborar con la agencia Mágnum, ha sido considerado su “mirada crítica”. Fue envestido caballero de esa orden en 1955 y sus retratos del Che, Picasso, Churchill y Le Corbusier alimentan el imaginario colectivo del siglo XX. De su producción como retratista, son célebres los retratos que hizo de R. Oppemheimer y del Che Guevara. Sin embargo, el suizo subraya que su baza siempre fue el paisaje humano atrapado en los conflictos.
"Las fotos son como los taxis en hora punta". ¿Me lo explica?
Faltaría más. ¿Qué ocurre cuando uno busca taxi en Nueva York o en París a las cinco de la tarde?
¿Qué no para ni uno?
O no para o lo coge otro. Si de veras lo quieres, tienes que seguir andando hasta que se pare uno, salga de él una hermosa dama y encima te dé las gracias por abrirle la puerta.
¿...?
No hay que correr detrás de una foto, porque siempre está al otro lado. Tienes que observar, ser curioso, andar y de repente… ¡zaz! la foto llega. Está delante o detrás tuyo. Ésta es una profesión de blanco o negro. Requiere paciencia y rapidez.
Paciencia y rapidez, a la vez.
Sí. De pequeño pasaba las vacaciones en el campo. Sabrá que los berneses son los más lentos de Suiza. Pues yo me convertí en el cazador de moscas más veloz del país. Cuestión de paciencia y rapidez.
Ideal para trabajar en la Fogo, pero acabó en la Magnum.
(Ríe) Yo dibujaba realmente bien, pero la vida me condujo a la Escuela de Fotografía, donde aprendí el oficio como un carpintero, con precisión. Luego, casi por accidente, me encontré ejerciendo de fotoperiodista. Acabé siendo como Houdini.
¿Escapando de baúles cerrados con cadenas?
Saliendo de situaciones angustiosas. La primera vez que sobrevolé Vietnam en helicóptero, con 25 años, me dije: "¿Qué demonios estoy haciendo aquí?". Esa pregunta me la he repetido miles de veces.
¿En qué momento se la repitió hasta gastarla?
¡En tantos! En Egipto, al inicio de la guerra, fui detenido por una banda que pensó que era un espía inglés. Un tipo pegó su metralleta a mi pecho y no paraba de dar alaridos. Fui salvado en el último minuto.
Suerte. A los 14 años le robó el alma a Churchill en un disparo.
¡Quizá sea mi mejor foto! Puede que toda mi vida haya sido un intento de repetir aquella foto. Mi padre, un cocinero aficionado a la fotografía, me dio su Kodak y me dijo: "Venga, haz una foto de ese señor". Me metí entre la multitud y disparé. ¡Inconsciente, pero perfecta!
La prueba del genio.
¡No! Luego empezó el declive.
¡Venga, señor Burri!
Tuve buenos maestros. Hans Finsler, que venía de la Bauhaus, me enseñó el valor de anticipar, de no improvisar, de limpiar todo lo accesorio. A eso se añade, supongo, mi sentido natural de ver las líneas fuertes, la perspectiva de la imagen. Luego Henri Cartier-Bresson, ya en Magnum, me enseñó cómo aproximarme al hombre en una fracción de segundo. Respetando su dignidad.
La aproximación a Picasso no debió de ser fácil.
Quise retratarle en 1953, tras haber visto el Guernica en Milán. Yo tenía 20 años y aquel cuadro me trastornó. "Tengo que ver a este señor", me dije. Tardé cuatro años en lograrlo. Me dejé los nudillos varias veces en su puerta, en París. Lograr una buena foto depende en un 10% de suerte y en un 90% de tenacidad.
Y de bemoles. En una de las fotos, el pintor empuña una pistola.
¡Su mirada era de mayor calibre que todas las balas de aquella pistola! Yo estaba aterrorizado por la intensidad con que hacía todo. Tenía ganas de decirle: "Pare, don Pablo, pare". No era pintura lo que fluía de su mano a la tela. Era su sangre.
Con el Che la cosa fue distinta.
Le conocí cuatro años después de la revolución. Para mí sólo era el número dos de Cuba, el ministro de Industria. No me facilitó las cosas. Estuve tres horas alrededor suyo. Apuraba su cigarro con actitud arrogante. Pero tenía una fuerza que, sin yo querer, le daría la dimensión del icono. La cámara otorga poder.
A veces tiene más peligro que un misil.
Absolutamente. Pero yo nunca he compuesto bellos cadáveres. Innumerables veces dije: "Basta". Yo he intentado buscar el equilibrio entre la utopía y la guerra. Siempre me interesó la gente que tiene ideas y persevera en realizarlas. Unos buscan cambiar la sociedad y otros, la destrucción. Y cuando hay emoción mezclada con técnica, hay foto.
Un consejo para el aficionado a la foto veraniega.
Hacer apuntes. Si se lo toman en serio, sentirán la angustia del "no he sabido ver". Para un fotógrafo llegar es fácil y partir, terrible.
Núria Navarro
Noticia publicada en la página 11 de la edición de Jueves, 10 de junio de 2004 de El
Periódico. (Vista en: http://www.afocer.org/Raco_del_Soci/butlleti/137.pdf)